sábado, 30 de agosto de 2008

En las sombras del agua...

Es la sombra del agua
y el eco de un suspiro,
rastro de una mirada,
memoria de una ausencia,
desnudo de mujer detrás de un vidrio.

Está encerrada, muerta -dedo
del corazón, ella es tu anillo-,
distante del misterio,
fácil como un niño.

Gotas de luz llenaron
ojos vacíos,
y un cuerpo de hojas y alas
se fue al rocío.

Tómala con los ojos,
llénala ahora, amor mío.
Es tuya como de nadie
tuya como el suicidio.

Piedras que hundí en el aire,
maderas que ahogué en el río,
ved mi corazón flotando
sobre su cuerpo sencillo.

Jaime Sabines

jueves, 28 de agosto de 2008

Quiero apoyar mi cabeza...

Quiero apoyar mi cabeza
en tus manos, Señor.
Señor del humo, sombra,
quiero apoyar mi corazón.
Quiero llorar con mis ojos,
irme en llanto, Señor.

Débil, pequeño, frustrado,
cansado de amar, amor,
dame un golpe de aire,
tírame, corazón.

Sobre la brisa, en el alba,
cuando se despierte el sol,
derrámame como un llanto,
llórame como yo.

Jaime Sabines

miércoles, 27 de agosto de 2008

As Time Goes By

El tiempo pasa...Y nosotros tambièn.

martes, 26 de agosto de 2008

La magia del amor eterno...

No pude evitarlo.
Se me hizo un nudo en la garganta y mis ojos contuvieron las làgrimas
que amenazaban con derramarse.
Lo que puede hacer una fotografìa sin una imagen clara, blanco y negro borrosa con tan sòlo la forma de un bebe en gestaciòn...
Un Niño.
y TE SENTÌ otra vez e mis entrañas;vivo y sentì tu amor y tu presencia conmigo.
Ha pasado el tiempo,desde que te fuiste..cuatro años...Y en esa magia divina del amor ...
Hoy te sentì vivo en mì.

Vincent serà otro sobrino adorado en mi larga lista...

sábado, 23 de agosto de 2008

MELODIA SIN MUSICA....

Espesa niebla cubre la existencia,
el espacio y el tiempo.

Camino estrecho,
relato de un mundo que grita
Resistencia absurda, sin control.

Marioneta aturdida
por incomprensibles velos.

Ceguera involuntaria
por un instante sin tiempo
que no llega.

Camino sin retorno,
ventana sin vistas.

Silencio callado, y cansado
se quiebran las alas blancas
de la Magia.

Desierto sin presencias,
ausencia de conciencia.

Ser sin Estar
Estar sin Ser
Contradicción, y desgarro.

Alma se busca,
y los sonidos del Corazón.

Melodía sin música.


Soledad (9-1-05)



Un privilegio el leerla y sentir sus sentires...
Ah! Proverbia de mis sentires
caminos y recovecos que te llevan
a conocer esencias como la de Soledad y
a sentir màs allà del alma...

Un abrazo do quiera que estès.

jueves, 21 de agosto de 2008

Un abrazo...In memoriam.

No hay palabras para consolar la pèrdida de un ser querido.

Mi màs sentido sentir y un abrazo asì sin màs palabras.
Para todas esas familias envueltas en tan espantosa tragedia,en Madrid.

miércoles, 20 de agosto de 2008

SILENCIO Y CANTO A UNA LAGRIMA DE NOCTILUCA

Silencio es saberte cerca y lejos
y escuchar los sonidos de la noche,
dejarse mecer por brazos ausentes
y acunar sonrisas sin derroche.

Silencio es cerrar los ojos y sentirte
escuchar del poeta la canción,
lo bello es lo que aquí ha nacido
del puro sentimiento, hermosa unión.

Silencio es oír el deseo del alma
deshacerse ante un te amo de miel,
elevarse sobrevolando arrecifes
anochecer compartido, amor fiel

Silencio es, según versa el poeta,
el breve espacio en que no estás.
Nocturnidad de larga espera
claro de luna, acorde de luz y paz.

Silencio es mirar caer la lluvia
doscientos besos dulces, sin distancia.
Transparencias de tacto en piel
rojas pasiones al calor de la estancia.

Silencio es anhelar un amanecer
en sábanas de raso desvestidas,
desayuno al calor de los cuerpos
notas en re menor, ilusiones compartidas.

Silencio es sentir, siempre sentir
en astral unión, placer infinito.
Explosión de luz, dulce manantial
viaje espacial, deseo exquisito.

Silencio es oír los suaves susurros
saberte gemir sin constancia del tiempo
sentirte temblar sin espacio ni límites.
Dos en uno al fin, me sientes...te siento.

noctiluca 1/03/03
(sentir, siempre sentir)


CANTO A UNA LAGRIMA...

Canto a una lágrima húmeda, surco de la vida
Esencia en vidrio tallado, sal en movimiento
Sana y risueña expresión, dibujo en lamento
Un don que por don es regalo, panacea divina.

Canto a rabia contenida, furia embotellada
Patada en silla de inútil aspecto
Compañía en soledades, pinchazo directo
Sin día ni noche, ni tarde ni mañana.

Canto a dolor impotente, reacción a mensajero
Lluvia de clamor, luto negro y duelo
Blanca lágrima serena como cana en pelo.
Miedo en celosías, tristeza en desespero

Le canto a ella, a su lágrima de miedo
A la que atenaza e impide su vuelo
Aprieta y ahoga escondida en pañuelo.
Lágrima que es hacha, soga en el cuello

Me canto a mi, a mi lágrima hermana
Distancia del agua abrasando mi pecho
Escultura en barro para artista maltrecho
Manantial y olivo, eternidad que mana.

Les canto a ellos, a sus lágrimas ácidas
A sus mudos silencios que son gritos de rabia
Lágrimas sucias, del árbol muerto savia
Basura de lágrimas en almas no plácidas

Te canto a ti, a tu lágrima de día
A la que en tu noche alumbra mis despedidas
La que envuelve tu almohada en las horas perdidas.
Lágrima de plata, la tuya que es la mía.

Noctiluca/2004

ah!esos caminos proverbianos que nos hacen encontrar almas como Noctiluca,sus decires,su sentir...Siempre nutriendo el alma. Un abrazo do quiera que estès.

martes, 19 de agosto de 2008

La magia de cada dìa...

Ayer pasè el domingo en un hospital.

Conocì a Lorenzo Rafael,hace algunos años.Sabìa de su existencia hace muchos.
Lo juzguè y lo condenè como hombre.Contribuir a la concepciòn de un hijo y abandonarlo no es de hombre cabal.(abandona a la mujer si quieres pero a tu hijo?Nunca.
Y Pasaron los años.Aquel niño es un hombre en toda la extenciòn de la palabra y su madre una señora; que supo sacarlo adelante sola.
y aquì viene la magia,los caminos intrìnsecos de la vida.
Lorenzo lo quiso conocer,volvio,enfermo y con la derrota de las infidelidades de otra mujer junto con el alcohol hicieron que la diabetes se agravara cada dìa màs.
Mi madrina lo considera el amor de su vida y lo perdonò y su hijo sin reproches se acerco a èl para conocerlo finalmente.
Y un dìa cualquiera nos presentaron.(acepte conocerlo por pedido expreso de mi madrina y sobretodo quièn soy yo para juzgar y condenar por los actos de otro ser humano?Nadie.)
Y nos hicimos amigos por mi negro sentido del humor,jugar domino,baraja apostar a un equipo de soccer sòlo por la emociòn... en fìn no sè...

Y ahora està aquì postrado. Ha perdido las dos piernas.Desde noviembre emergencia tras emergencia,hospital en hospital.La vista es casi nula.

Las làgrimas de mi madrina antes que yo entrara a su cuarto;pidiendome tu eres su amiga,platicale y dilè,hazlo sonreìr.

Y apretè mi corazòn.me puse los guantes,un gorro de plàstico una bata...Y entre y le dije:

Que te parece Lorenzo,hay que disfrazarse de extraterrestre para poder verte!!
Sus ojos al verme,se rasaron en llanto... Pero sonrìo y rìo bajito...
Agarrè su mano y la apretè muy fuerte y me dijo...

Dizfrazada? Cual disfraz? Mis ojos le sonrieron y mi corazòn lloro por èl.

Y hable,cante,recite, dije chistes,hable y hable .Y calle y llore cuando el dormìa.

La magia de la vida.La magia de cada dìa.
Los sentimientos siempre lo sorprenden a uno.
Y a tì?

lunes, 18 de agosto de 2008

EL GRITO DEL SILENCIO...

EL GRITO DEL SILENCIO


En el sueño siguiente,
en el mar de la calma,
donde se encuentra el triangulo prohibido,
donde desaparece la inocencia,
Allí nació un nuevo volcán,
bramando, marcando su territorio,
despertando a los demonios dormidos.
Allí donde lo elocuente solo es anécdota
y la anécdota doctrina para el futuro.
Allí junto al miedo, la prudencia
y la necesidad de amar
se fundió de nuevo la roca incandescente,
de rojo intenso,
escribiendo en su camino al mar de la calma
los versos salmodianos, que recita cada noche
bajo el efecto adormidera
con un ritmo que lo eleva al sumo estado físico y psíquico.
Entonces se sumerge bajo el azul del mar
y el rojo intenso de la lengua de fuego
que le ha dejado una noche más
y tras el latigazo interior y el grito del silencio
Se ve truncada la respiración..........
Y una noche más le llega la calma.


SALVADOR GARCIA(MAKKAM) 12 OCTUBRE 2004

Siempre lo he admirado.El sentir de sus letras me han llegado màs allà del alma.
Lo curioso de estos caminos proverbianos;nunca cruzamos palabras quizàs tan sòlo una mirada(ò no).
Un abrazo do quiera que estes.

sábado, 16 de agosto de 2008

lunes, 11 de agosto de 2008

EMBRIAGADO...

embriagado de noches
de luciernagas calladas
lucecitas eternas , acaparan mi alma
noches largas y suaves, calidez
me acompaña, es tu risa marina
es tu candida calma
embriagado de luces, torrentes
sentida calma , que me roza las sienes
y las carga de añoranzas
siento el impulso acido de amarte
la avidez de la necesidad
callada
la razón , de la añoranza de sentirte a mi lado
la verdad del amor aun caliente
hondo y salvaje, lija mis entrañas
mientras, me embriago de ti, sin ti
como un enamorado, sin amar, en un amor
canalla...

LORENZO ANADON: Alquimista.

Embriagas con esas lucecitas de tu alma.

jueves, 7 de agosto de 2008

CANTARES...






Detente,amigo caminante y compartamos dos pàjaros de un tiro...

EL REGALO...

Quiero hacerte un regalo, hijo mío, pues la vida nos arrastra a la deriva.

El destino nos separará, y nuestro amor será olvidado.

Ya sé que sería demasiada ingenuidad creer que puedo comprar tu corazón con mis regalos.

Tu vida es aún joven, tu camino largo. Bebes de un sorbo la ternura que te ofrecemos, luego te vuelves y te vas de nuestro lado.

Tienes tus juegos y tus compañeros, y comprendo que no nos dediques ni tu tiempo ni tus pensamientos.

Pero a nosotros la vejez nos da ocasión de recordar los días pasados, de reencontrar en nuestro corazón lo que nuestras manos perdieron para siempre.

El río corre rápidamente y rompe, cantando, todos los obstáculos que se le presentan. Pero la montaña inmóvil lo ve pasar con amor y guarda su recuerdo.

Rabindranath Tagore


El amor todo lo salva,todo lo puede,incluso amainar el màs intenso dolor...

miércoles, 6 de agosto de 2008

La función del arte/ 1

La función del arte/ 1

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.

Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.

Cuando el niños y su padres alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.

Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

¡Ayúdame a mirar!

(El libro de los abrazos)

EDUARDO GALEANO...


En el mundo de los ciegos el tuerto es rey.

martes, 5 de agosto de 2008

DILES QUE NO ME MATEN!!

¡Diles que no me maten!
[Cuento. Texto completo]
Juan Rulfo

-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.

-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.

-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.

-No. No tengo ganas de eso, yo soy tu hijo. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.

-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.

Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:

-No.

Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.

Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir:

-Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi mujer y de los hijos?

-La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.

Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado. Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. No nada más por nomás, como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba:

Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó el pasto para sus animales.

Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro sus animales hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a romper la cerca y a arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó tapar otra vez la cerca para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero. Así, de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo.

Y él y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de acuerdo. Hasta que una vez don Lupe le dijo:

-Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.

Y él contestó:

-Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahí se lo haiga si me los mata.

"Y me mató un novillo.

"Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril andaba yo en el monte, corriendo del exhorto. No me valieron ni las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de la cárcel. Todavía después, se pagaron con lo que quedaba nomás por no perseguirme, aunque de todos modos me perseguían. Por eso me vine a vivir junto con mi hijo a este otro terrenito que yo tenía y que se nombra Palo de Venado. Y mi hijo creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo ya ocho hijos. Así que la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero, según eso, no lo está.

"Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado todo. El difunto don Lupe era solo, solamente con su mujer y los dos muchachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos, donde unos parientes. Así que, por parte de ellos, no había que tener miedo.

"Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuiciado para asustarme y seguir robándome. Cada vez que llegaba alguien al pueblo me avisaban:

"-Por ahí andan unos fureños, Juvencio.

"Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo verdolagas. A veces tenía que salir a la media noche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida . No fue un año ni dos. Fue toda la vida."

Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilos. "Al menos esto -pensó- conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz".

Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtido por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos.

Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer? Aquel día en que amaneció con la nueva de que su mujer se le había ido, ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo. Dejó que se le fuera como se le había ido todo lo demás, sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran. No podía. Mucho menos ahora.

Pero para eso lo habían traído de allá, de Palo de Venado. No necesitaron amarrarlo para que los siguiera. Él anduvo solo, únicamente maniatado por el miedo. Ellos se dieron cuenta de que no podía correr con aquel cuerpo viejo, con aquellas piernas flacas como sicuas secas, acalambradas por el miedo de morir. Porque a eso iba. A morir. Se lo dijeron.

Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agria que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran.

Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza. Tal vez ellos se hubieran equivocado. Quizá buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él.

Caminó entre aquellos hombres en silencio, con los brazos caídos. La madrugada era oscura, sin estrellas. El viento soplaba despacio, se llevaba la tierra seca y traía más, llena de ese olor como de orines que tiene el polvo de los caminos.

Sus ojos, que se habían apenuscado con los años, venían viendo la tierra, aquí, debajo de sus pies, a pesar de la oscuridad. Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne. Se vino largo rato desmenuzándola con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último, sabiendo casi que sería el último.

Luego, como queriendo decir algo, miraba a los hombres que iban junto a él. Iba a decirles que lo soltaran, que lo dejaran que se fuera: "Yo no le he hecho daño a nadie, muchachos", iba a decirles, pero se quedaba callado. "Más adelantito se los diré", pensaba. Y sólo los veía. Podía hasta imaginar que eran sus amigos; pero no quería hacerlo. No lo eran. No sabía quiénes eran. Los veía a su lado ladeándose y agachándose de vez en cuando para ver por dónde seguía el camino.

Los había visto por primera vez al pardear de la tarde, en esa hora desteñida en que todo parece chamuscado. Habían atravesado los surcos pisando la milpa tierna. Y él había bajado a eso: a decirles que allí estaba comenzando a crecer la milpa. Pero ellos no se detuvieron.

Los había visto con tiempo. Siempre tuvo la suerte de ver con tiempo todo. Pudo haberse escondido, caminar unas cuantas horas por el cerro mientras ellos se iban y después volver a bajar. Al fin y al cabo la milpa no se lograría de ningún modo. Ya era tiempo de que hubieran venido las aguas y las aguas no aparecían y la milpa comenzaba a marchitarse. No tardaría en estar seca del todo.

Así que ni valía la pena de haber bajado; haberse metido entre aquellos hombres como en un agujero, para ya no volver a salir.

Y ahora seguía junto a ellos, aguantándose las ganas de decirles que lo soltaran. No les veía la cara; sólo veía los bultos que se repegaban o se separaban de él. De manera que cuando se puso a hablar, no supo si lo habían oído. Dijo:

-Yo nunca le he hecho daño a nadie -eso dijo. Pero nada cambió. Ninguno de los bultos pareció darse cuenta. Las caras no se volvieron a verlo. Siguieron igual, como si hubieran venido dormidos.

Entonces pensó que no tenía nada más que decir, que tendría que buscar la esperanza en algún otro lado. Dejó caer otra vez los brazos y entró en las primeras casas del pueblo en medio de aquellos cuatro hombres oscurecidos por el color negro de la noche.

-Mi coronel, aquí está el hombre.

Se habían detenido delante del boquete de la puerta. Él, con el sombrero en la mano, por respeto, esperando ver salir a alguien. Pero sólo salió la voz:

-¿Cuál hombre? -preguntaron.

-El de Palo de Venado, mi coronel. El que usted nos mandó a traer.

-Pregúntale que si ha vivido alguna vez en Alima -volvió a decir la voz de allá adentro.

-¡Ey, tú! ¿Que si has habitado en Alima? -repitió la pregunta el sargento que estaba frente a él.

-Sí. Dile al coronel que de allá mismo soy. Y que allí he vivido hasta hace poco.

-Pregúntale que si conoció a Guadalupe Terreros.

-Que dizque si conociste a Guadalupe Terreros.

-¿A don Lupe? Sí. Dile que sí lo conocí. Ya murió.

Entonces la voz de allá adentro cambió de tono:

-Ya sé que murió -dijo-. Y siguió hablando como si platicara con alguien allá, al otro lado de la pared de carrizos:

-Guadalupe Terreros era mi padre. Cuando crecí y lo busqué me dijeron que estaba muerto. Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta. Con nosotros, eso pasó.

"Luego supe que lo habían matado a machetazos, clavándole después una pica de buey en el estómago. Me contaron que duró más de dos días perdido y que, cuando lo encontraron tirado en un arroyo, todavía estaba agonizando y pidiendo el encargo de que le cuidaran a su familia.

"Esto, con el tiempo, parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna. No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco; pero el hecho de que se haya puesto en el lugar donde yo sé que está, me da ánimos para acabar con él. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca".

Desde acá, desde fuera, se oyó bien claro cuando dijo. Después ordenó:

-¡Llévenselo y amárrenlo un rato, para que padezca, y luego fusílenlo!

-¡Mírame, coronel! -pidió él-. Ya no valgo nada. No tardaré en morirme solito, derrengado de viejo. ¡No me mates...!

-¡Llévenselo! -volvió a decir la voz de adentro.

-...Ya he pagado, coronel. He pagado muchas veces. Todo me lo quitaron. Me castigaron de muchos modos. Me he pasado cosa de cuarenta años escondido como un apestado, siempre con el pálpito de que en cualquier rato me matarían. No merezco morir así, coronel. Déjame que, al menos, el Señor me perdone. ¡No me mates! ¡Diles que no me maten!.

Estaba allí, como si lo hubieran golpeado, sacudiendo su sombrero contra la tierra. Gritando.

En seguida la voz de allá adentro dijo:

-Amárrenlo y denle algo de beber hasta que se emborrache para que no le duelan los tiros.

Ahora, por fin, se había apaciguado. Estaba allí arrinconado al pie del horcón. Había venido su hijo Justino y su hijo Justino se había ido y había vuelto y ahora otra vez venía.

Lo echó encima del burro. Lo apretaló bien apretado al aparejo para que no se fuese a caer por el camino. Le metió su cabeza dentro de un costal para que no diera mala impresión. Y luego le hizo pelos al burro y se fueron, arrebiatados, de prisa, para llegar a Palo de Venado todavía con tiempo para arreglar el velorio del difunto.

-Tu nuera y los nietos te extrañarán -iba diciéndole-. Te mirarán a la cara y creerán que no eres tú. Se les afigurará que te ha comido el coyote cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de gracia como te dieron.

FIN